Hace tiempo que quería escribir sobre por qué y cómo me hice vegano, hoy siento que ahora es el momento adecuado.

Tranqui no voy a poner imágenes de animales maltratados o mutilados para convencerte de que te hagas vegano ni tampoco voy a darte la charla, sólo voy a compartir mi experiencia.

En mi caso todo comenzó en el 2011 cuando al ser parte de un grupo de amigos/as en una asociación de intervención social en la cañada real vi que varias de mis amigas eran vegetarianas por una cuestión de principios, por respeto a los animales.

La verdad es que desde pequeño amo a los animales, recuerdo que le pedía al ratoncito pérez unos animalitos pequeños que había en forma de figuras porque siempre me encantaron y uno de mis mayores sueños era y es visitar la sabana africana para poder verlos en libertad.

Recuerdo que siempre me planteaba:

¿Mataría yo a los animales para comérmelos? Y sabía que no podría ni puedo a no ser que fuera mi única posibilidad de sobrevivir y aún así tengo mis dudas. ¿Cómo es posible hacer daño a estos seres tan bonitos?

De alguna manera veía a mis amigas como un ejemplo a seguir, sentía que tenían una gran voluntad al hacer eso que yo no conocía ni había visto antes, y también las veía más inteligentes en ese sentido ya que comencé a leer que ser vegetariano es mucho mejor para nuestra salud y para el bienestar del planeta.

Esto me tocó ya que en ese momento quería cambiar el mundo, así que decidí poco a poco ir reduciendo mi consumo de carne, pollo y pescado. Y así fue, a la vez que mi proceso de despertar de la conciencia aumentaba y me fui a Sudamérica de viaje, fui dejando de lado la proteína animal así como también dejé de fumar porros y tabaco, de beber alcohol, de tomar azúcar…todo esto hizo que sin darme cuenta me volviera vegetariano.

Tuvo que ser así ya que no podría haberlo hecho de una, además nunca me gustó etiquetarme. Hoy lo hago sólo para compartir y poder llegar a las personas que quieran informarse igual que yo me informé en su día.

Sabía por mi experiencia habiendo dejado atrás otras adicciones que tenía que negociar con mi mente, con esa parte de mí rebelde que es instintiva y sólo quiere placer inmediato sin importarle las consecuencias que eso tiene para mi cuerpo, mi propia mente y para todo el planeta.

Así que algunas veces le daba sus caprichos.

Por ejemplo cuando me apeteció comer un solomillo de carne en Argentina con mi familia lo hice o recuerdo un día con el que era mi plato preferido de espaguetis a la boloñesa en Bolivia, así como años más tarde me dio un día el antojo de comer chorizo con unos amigos, jamón serrano en la nevera de mi casa o el pollo tan rico de corral que preparaba mi madre en el horno cuando volví después de 2 años viviendo en comunidades.

Cuando el «pecado» fue ligero debo reconocer que me sentó bien como por ejemplo aquellos espaguetis pero la mayoría de las veces lo que pasó fue que me sentí tan pesado, tan mal…que nunca olvidaré esas experiencias. Era como una invasión. Varios días y seguía sintiendo mi estómago pesado, mi mente aturdida. Es cómo si en mi cabeza estuviera aquel recuerdo de cuánto me gustaba eso y después al deshabituarme de ello mi cuerpo reaccionó de una manera objetiva diciéndome: por favor no vuelvas a hacer eso.

Ok entendido.

Claro que puede estar condicionado por un sentimiento de culpa pero…¿cómo podría dividirme y dejar de lado lo que en realidad sé que no quiero hacer ni es bueno para mí?

La culpa es adaptativa como el dolor, cuando es reconocida y aceptada se cambia lo que corresponde y se convierte en responsabilidad y conciencia, según mi experiencia.

Entonces tuve un parásito en el intestino, aparentemente. Nunca supe ni sabré a ciencia cierta si eso estuvo allí desde hace mucho tiempo y con mi cambio de vida salió a la luz o si es que lo cogí en el tiempo que viví en la selva de montaña de Colombia. Lo sé que para nuestra mente occidental la respuesta está clara pero según mi experiencia interior casi me decanto más por la primera opción. Ese parásito se alimentaba de todo lo que me hacía mal: azúcar, estimulantes, proteína animal, harina blanca, alcohol..así que durante un tiempo dejé de ser vegetariano para convertirme en vegano.

La verdad es que fue duro cuando tenía ese parásito pero después me sentía cada vez mejor y fue gracias a la macrobiótica mediterránea, con la ayuda de Giuliana, que encontré una manera inteligente de alimentarme y obtener todo lo que necesitaba. Hablaré de eso más adelante, me he propuesto hacer post que no sean muy largos.

Después poco a poco fui re-adaptándome a la sociedad y volví a ser vegetariano y mis excepciones con los estimulantes y el alcohol aumentaron en algunas fases. No era como antes, no lo consumía a diario, pero en realidad no me sentía bien. Según lo que he vivido hay momentos en los que ciertas excepciones ayudan en el proceso y después a la que me descuidé me habían enganchado de nuevo, aunque mucho menos ya que era esporádico, en algo que en realidad no quería hacer. Pero claro cuando estás trabajando de lunes a domingo con la presión de sacar un proyecto adelante pues tampoco quería más presión interna de tener que ser más cuidadoso con la comida…o esa fue mi excusa, pero tuvo que ser así para que hoy mi cambio sea más sentido.

Habiendo salido de Madrid y cambiado de vida he podido volver a hacer estos cambios en mi alimentación. Me he vuelto vegano, es decir he dejado de tomar huevos y queso, y he dejado los estimulantes (café, té, azúcar) de nuevo.

Y tengo que decir que me siento mejor que nunca, por eso lo estoy compartiendo. Es como si por fín estoy haciendo algo que sabía que era lo que tenía que hacer, después de años en lucha interna conmigo mismo. Siento mi cuerpo más ligero y mi mente más clara, siento mis emociones más estables y puedo ir poco a poco más profundo a entender qué es lo que quiero cambiar de mi mismo.

Después de años analizando y experimentando me doy cuenta de que la felicidad es hacer lo que sé que quiero hacer más allá de los auto-engaños y las reacciones impulsivas que duran unos instantes, a veces en una respiración se han ido . Reforzar esa decisión de ser coherente a diario es lo más reconfortante que conozco a medio y largo plazo.

 El cambio de alimentación me repercute a todos los niveles para bien pero es cierto que hay fases en las que no lo he pasado bien. Esto es muy importante tenerlo en cuenta, sucede con cualquier adicción. El cuerpo y la mente empiezan a sacar cosas, causas que tenemos pendientes como emails y te puedes sentir cansado/a o con un poco más de stress del habitual, puede manifestarse problemas físicos, desafíos emocionales…es parte del juego de la vida.

Pero merece la pena, te lo aseguro.

Y si no me crees…

¿te atreves a comprobarlo?

Javier